viernes, 7 de mayo de 2010

La dinastía de los Agnelli vuelve a reinar

John Elkann, nieto del L’ Avvocato, llega a la presidencia de Fiat con 34 años

«El respeto se gana, no se hereda». Esta frase pronunciada por el mismo John Elkann resume lo que ha sido su vida hasta hoy, un constante proceso de preparación para alcanzar la presidencia del Grupo Fiat, la empresa familiar que de nuevo vuelve a tener a uno de los suyos al mando. A sus 34 años, el sucesor toma el mando de una compañía que vuelve a mirar hacia arriba gracias a unos beneficios ciertamente irritantes en plena crisis económica y unos planes de expansión internacional que auguran el resurgir de la empresa más antigua de Italia, que ya es una realidad. Sin embargo, hasta llegar a este punto se han producido luchas internas disputadas al más alto nivel. Controversias familiares que en ocasiones chocaban con los intereses de una factoría que estuvo al borde de la bancarrota.

El fundador de este conglomerado fue Giovanni Agnelli, pero fue su nieto Gianni el que creó el gigante en el que se ha convertido la compañía, que no sólo fabrica coches (esta rama de su actividad empresarial quizá sea de las menos importantes aunque la más conocida), sino que posee cientos de ramificaciones que facturan cada día cientos de millones. Pero el gran factótum se hizo mayor y fue incapaz de inculcar a sus hijos la habilidad empresarial que caracterizó a sus antecesores. Sus hijos, Edoardo y Margerita, no estaban capacitados para coger el timón y por eso pensó en sus propios nietos, los hijos de su hija, que fueron «dirigidos» expresamente para esta misión: Lapo y John.

Mientras tanto, un italiano de origen aristócrata se convirtió en el hijo deseado por L’Avvocato Agnelli para conducir la nave. Luca di Montezemolo tomó el mando con la empresa al borde del ostracismo y gracias a su inteligencia y los sabios consejos de su mentor consiguió recuperar el rumbo. La misma teoría que aplicaron con Montezemolo ha vuelto a ser empleada con John Elkann. Podría hacerse un paralelismo con sus vidas pero el ya presidente del grupo Fiat lleva la sangre de los Agnelli y la astucia en sus genes.



John Elkann y su hermano Lapo nacieron en Nueva York, residencia de su padre, que se casó con una de las hijas de Agnelli. Allí vivieron su infancia estudiando en los mejores colegios del Upper East Side de Manhattan, la zona noble de la ciudad americana. Desde ese momento, su formación fue una cuestión de estado en las altas esferas del grupo Fiat. Mientras tanto, sus mayores luchaban por el control de la empresa inmersos en conflictos jurídicos.

Lapo, muy extravagante pero con un alto sentido de las relaciones públicas, se postuló como un digno sucesor. En poco tiempo se convirtió en un personaje muy mediático, sobre todo cuando asumió el marketing de la compañía. Sin embargo, los coqueteos con la cocaína le hicieron desaparecer del mapa en un abrir y cerrar de ojos. Definitivamente el camino estaba libre para el serio y discreto John, que fue escalando peldaños poco a poco, empezando desde abajo y ganándose el respeto de quienes dirigían la Fiat. El italo-americano ha crecido en la compañía de la mano de Montezemolo y sobre todo de Sergio Marchionne, consejero delegado del grupo, que ha demostrado una gran maestría en las últimas negociaciones a las que se ha enfrentado.


Es histórica la maniobra financiera que obligó a General Motors (GM) a renunciar a una opción de compra sobre la compañía y además recibir una indemnización de 2.000 millones de euros. Su último golpe ha sido la adquisición de Chrysler, que les abre las puertas de Estados Unidos a pesar de la coyuntura actual. John ha sido testigo de excepción del resurgir del imperio italiano y ahora toma las riendas de una vez por todas. Claro que a su lado tendrá al mago Marchionne y la supervisión, aunque lejana, de Montezemolo, que deja el cargo a sus 62 años, aunque seguirá como presidente de Ferrari y miembro del consejo de administración de Fiat.



Un producto de la casa
Es la hora de pasar página y al igual que hicieron con él, el proceso sucesorio ha culminado con éxito. Se podrían hacer muchos paralelismos entre las vidas de Montezemolo y John Elkann. Los dos estudiaron en Estados Unidos y han gozado de una formación privilegiada en las mejores universidades y escuelas de negocio de América y Europa. Montezemolo también empezó desde abajo. Condujo el departamento de competición de algunas marcas del grupo hasta llegar a Ferrari. Más tarde protagonizó la ascensión de Cinzano, asumió la organización del Mundial de fútbol de Italia en 1990, presidió la Cofindustria e incluso tuvo la genial idea de juntar a los tres tenores, Pavarotti, Domingo y Carreras. John también ha ocupado puestos menores en diversas ramificaciones del conglomerado empresarial italiano. Su último paso fue la presidencia del holding Exor, que controlaba Fiat, varios medios de comunicación, una consultora y la propia vicepresidencia del grupo.

El esfuerzo desde abajo y la paciencia han obtenido su fruto. John es un éxito de sus mentores y sobre todo del gran Gianni Agnelli, que fue consciente desde el primer momento que ésta era la generación en la que debía «invertir» después de que la desgracia cayera sobre su sobrino, que fue designado a finales de los 90 como el elegido aunque falleció de cáncer poco después.

John Elkann está asentado, consolidado y conoce todos los resortes de la compañía. Ahora ni siquiera la amenaza de su hermano, que prepara su vuelta a la primera línea de batalla desde un pequeño departamento en Nueva York, le puede arrebatar el sueño cumplido de su abuelo: que uno de los suyos dirigiera el grupo Fiat en el siglo XXI.

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